Internet libre: del sueño de la libertad a la dictadura de las Big Tech

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The dude sort de la matrice

Internet debía ser nuestra mayor victoria colectiva. Teníamos en las manos una herramienta increíble que nos daba libertad total para mejorar el mundo. ¿Y qué hicimos con esa única oportunidad de evolución positiva? La mayoría contribuimos, en mayor o menor medida, a transformar ese sueño en pesadilla. Y sí, eso da miedo de verdad.

La web actual no es más que el reflejo de nuestras democracias de fachada. Y ya no cabe duda de que hemos entrado de lleno en la distopía que Aldous Huxley describía en Un mundo feliz: una dictadura perfecta con apariencia de democracia, pero que en realidad es una prisión sin muros donde a nadie se le ocurre escapar. Un sistema de esclavitud en el que, gracias al consumo y al entretenimiento, los prisioneros aman su servidumbre.

¿Difícil de tragar? Lo siento, pero las pastillas azules están agotadas. Así que no busques excusas fáciles. Porque en el fondo, este gran problema no es culpa de las Big Tech, ni de los políticos de cualquier signo, ni de los libertarios de Silicon Valley. Los principales culpables somos tú y yo, que cedimos al canto de sirena de unos servicios falsamente gratuitos ofrecidos por los peores enemigos de la libertad.

Y al hacerlo, casi sin darnos cuenta, abandonamos los foros temáticos, los blogs y los pequeños sitios independientes. En su lugar, preferimos lanzarnos a los brazos de las supuestas redes sociales que nos daban likes por goteo, para perder el tiempo en un microblogging inocuo y sin el menor valor social o intelectual.

A propósito, ¿recuerdas cuando creaste tu primera cuenta en Facebook o en Twitter? ¿Pensaste en aquel momento, aunque fuera un segundo, que estabas entregando en bandeja de plata todos tus datos, tus relaciones y tus ideas a un Estado dentro del Estado?

Y mientras recuerdas, cada sitio libre que cierra, cada foro que se apaga, es un paso más hacia una sociedad en la que los multimillonarios tienen vía libre para imponer su dominio ideológico. El resultado dramático es que las nuevas generaciones crecen en una web mayoritariamente controlada por fuerzas malévolas. Sin suficiente perspectiva crítica, son sometidas desde muy pequeñas a un lavado de cerebro mediante algoritmos programados para manipularlas.

¿Crees que exagero? Pues mira bien a tu alrededor. Mira tu feed. Mira lo que ya no ves. Y sobre todo, mira lo que ya no encuentras. Si coincidimos en el diagnóstico, ya somos dos en pensar que la situación es grave.

Pero la partida no ha terminado. Mientras existan algunos sitios libres, mientras haya personas dispuestas a subirse al ring y luchar pese al desánimo, todavía es posible darle la vuelta a todo esto. Pero seamos claros: no será ni fácil ni rápido. Lo único que nos queda es una pequeña posibilidad de cambiar el rumbo, y solo si despertamos en serio desde ahora mismo.

Así que empecemos echando un vistazo al retrovisor. Porque hay que volver a los orígenes si quieres entender por qué Internet hoy se parece tanto a una dictadura solapada.

Años 60–70: Internet no fue creado para ser libre, abierto y democrático. Fue diseñado como un arma. Y ese detalle lo cambia todo.

Desde su origen, Internet no tuvo nada de utopía anarquista. Nació en los años 60 y 70, en plena Guerra Fría. La obsesión del Pentágono en esa época era mantener intactas sus comunicaciones incluso tras un ataque nuclear. No podían permitir que una bomba destruyera en segundos toda la cadena de mando.

En este contexto, la ARPA (Advanced Research Projects Agency, más tarde DARPA) lanzó el proyecto ARPANET. La idea era construir una red capaz de resistir ataques masivos. La clave era la conmutación de paquetes, teorizada por Paul Baran en EE. UU. y Donald Davies en el Reino Unido.

El principio era sencillo: en lugar de enviar los datos en un solo bloque que podía cortarse, se dividían en pequeños paquetes que viajaban por rutas distintas y se recomponían al llegar. El objetivo era que, aunque una parte de la red cayera, los mensajes siempre encontraran otra ruta.

En resumen, Internet no nació para compartir fotos de gatitos, sino como una tecnología militar concebida para que el enemigo nunca pudiera silenciar al ejército de Estados Unidos.

Años 70–90: el Internet anarquista underground

A finales de los 70, ARPANET ya no era solo un proyecto militar. Las universidades estadounidenses tenían acceso a él para sus investigaciones, bajo la supervisión del Pentágono. Pero el verdadero punto de inflexión llegó en 1983, cuando la red se dividió oficialmente en dos: MILNET, reservado al ejército, y ARPANET, para investigadores y civiles. Así, el gobierno federal conservaba su red segura y consideraba que el resto no era peligroso.

Paradójicamente, fue entonces cuando el arma empezó a escaparse de las manos de sus creadores. En los campus y centros de investigación, la red se convirtió en un enorme laboratorio de experimentación. Ingenieros, estudiantes y hackers se apropiaron de ella con un espíritu radicalmente distinto. Su obsesión no era la guerra. Al contrario, ARPANET se puso al servicio del intercambio de conocimiento y de la cooperación.

Durante los años 80, esa cultura anarquista creció en la sombra. Las comunidades inventaban, probaban y compartían. Y en ese período aparecieron las primeras herramientas que transformarían esa red confidencial en una verdadera matriz planetaria.

Por ejemplo, Ray Tomlinson inventó el correo electrónico en 1971. Sin saberlo, estaba creando la herramienta de comunicación masiva que dispararía el uso de Internet. Luego, en 1979, dos estudiantes desarrollaron Usenet, un gigantesco foro global adelantado a su tiempo. Allí se hablaba de ciencia, política, programación… y, por supuesto, ya se troleaba.

En esa misma década se preparaba otra gran revolución: la del software libre. En 1983, Richard Stallman lanzó el proyecto GNU, seguido poco después por la Free Software Foundation. El concepto era simple y radical: el software pertenece a todos y no a un puñado de empresas. Y para coronar el proceso, en 1991 Linus Torvalds añadió la pieza clave con el núcleo Linux, que pronto se convertiría en la columna vertebral de la mayoría de los servidores de Internet.

A finales de los 80, ARPANET empezaba a quedarse obsoleta. Así que en 1990 fue oficialmente apagada y sustituida por NSFNET, gestionada por la National Science Foundation para conectar universidades estadounidenses. Se convirtió de facto en el corazón del Internet civil, que entre 1990 y 1993 asumió toda la infraestructura de la red y al mismo tiempo la preparó para su apertura al público general.

Durante toda esa época, el antecesor de Internet seguía siendo desconocido para el gran público. Para el gobierno federal no eran más que geeks y académicos jugando en sus laboratorios con una red interna. Pero en los hechos, el Internet anarquista estaba poniendo los ladrillos del futuro que permitirían democratizar la web. Así, una creación militar se escapaba de los laboratorios y campus de investigación.

Años 90–2000: el nacimiento de la web de consumo

Años 2000–2010: la edad de oro de la web libre

Con la llegada de los 2000 la web explotó. La burbuja de las puntocom se infló a toda velocidad porque el capital fluía hacia cualquier sitio con una dirección .com. Cuando estalló en 2000–2001, arrasó rápidamente con gran parte de las start-ups financiadas a golpe de millones. Y si la burbuja reventó tan deprisa fue porque todo lo que el capitalismo intentaba vender a precio de oro, la web libre lo ofrecía gratis.

Hoy suena ingenuo, pero entonces creímos haber ganado la partida definitivamente frente a los libertarios. No sospechábamos que una pequeña librería online llamada Amazon se convertiría en el sepulturero del pequeño comercio, sin dudar en usar cualquier método sucio para aplastar sin piedad a toda competencia.

Quizá esa despreocupación se debía a la edad de oro de los sitios con rostro humano, que permitían a cualquiera crear fácilmente su propio espacio en la red. Las herramientas abundaban: PHP-Nuke, SPIP, Dotclear y decenas de otros CMS permitieron a millones de aficionados convertirse en actores de la web. Era la época de trastear, personalizar y presumir de tener un libro de visitas en el sitio para recibir mensajes simpáticos.

Pero sobre todo fue la gran época de los foros. Estos espacios de discusión estructurados formaban una red social totalmente descentralizada. Allí se hablaba de todo, en un ambiente a menudo familiar, con conversaciones que se seguían durante años. Con el tiempo, los nicks se convertían en identidades duraderas. Nos conociéramos o no, nos ayudábamos. Eso era vínculo social real, no la superficialidad absoluta de ahora.

Y también se podía crear una pequeña tienda online sin ser esclavo de algoritmos opacos ni depender de plataformas depredadoras que deciden sobre la vida o muerte de tu pequeño negocio.

En resumen, los 2000 fueron años de felicidad digital. Un momento suspendido en el que la web todavía se parecía a una gran plaza del pueblo, abierta, alegre y rebosante de buenas ideas.

Años 2010–2020: la apisonadora de las redes sociales

A finales de los 2000, la web entró en una nueva fase. Google aún parecía una alternativa cool, con su diseño limpio y su lema «Don’t be evil». Facebook se abrió a todo el mundo, Twitter despegó, Reddit también, y YouTube, ya comprado por Google, se volvió imprescindible. Pero detrás de la imagen simpática que querían proyectar, la estrategia era implacable: estaban dispuestos a perder miles de millones durante años para aplastar la competencia y quedarse con el control total de la web.

Su arma secreta fue el falso gratis, donde eres el producto. Las Big Tech entendieron muy rápido que para ganar la segunda ronda había que saltar la barrera del gratis que había sido la fuerza de la web libre.

Así que ofrecieron algo mejor que gratis: herramientas de nivel profesional para millones de usuarios, con la promesa de no cobrar jamás ni un céntimo. Para ser visible en la web ya no hacía falta montar un sitio o un blog y pelearse con el SEO. Facebook y compañía lo hacían todo. En segundos tenías un escaparate listo y un público que parecía caer del cielo.

A cambio, absorbían todos tus datos, incluso los más confidenciales. Todo entraba en el saco: tus gustos, tus opiniones, tus relaciones, tus hábitos, tu orientación sexual, tu estado de salud. Y todo lo que debería haber quedado privado para siempre se revendía al mejor postor, incluidos los gobiernos.

Al principio no se notaba mucho. Solo que poco a poco, en tu foro favorito, alguien dejó de aparecer. Luego otra persona. Y otra más. ¿Dónde estaban? No hacía falta investigar demasiado: todos se habían ido a Facebook, Reddit o Twitter. En tu blog los comentarios se volvieron raros, hasta desaparecer. La gente ya no tenía tiempo para interesarse por el verdadero Internet porque se habían convertido en prisioneros voluntarios de las grandes plataformas.

Así que para seguir el movimiento, de mala gana cerraste tu sitio o tu blog, convencido de que era inútil. Migraste a redes tóxicas llenas de trolls, bots y dramas estúpidos. Y seguiste publicando para comunicarte. Pero en lugar de escribir cosas que de verdad importaban, pasabas el tiempo produciendo migajas ridículas para correr detrás de los likes.

Y si todavía creías que esos clics te daban relevancia, la verdad era mucho más cruel: ya no eras la persona admirada por su conocimiento, su amabilidad o su talento. Te habías convertido en algo olvidado cinco segundos después de hacer scroll para dejar paso al siguiente. Esa es la realidad. Ahí nos llevaron las GAFAM. Miles de millones para ellos y una web sin alma para nosotros.

Años 2020–2025: una web en ruinas y la dictadura algorítmica

A principios de los 2020, el panorama no se parecía en nada al de la generación anterior. Los pequeños sitios independientes, los foros acogedores, los blogs personales habían desaparecido casi todos. Los que aguantaban lo hacían a base de grandes concesiones o, más raramente, gracias a un puñado de apasionados que no soltaban. Cada mes cerraban más sitios del Internet libre.

La razón era simple: los algoritmos de las grandes plataformas habían tomado el control total. Dar a conocer un sitio o una aplicación ya no dependía de la calidad ni de la voluntad. Las reglas del juego habían cambiado y estaban totalmente trucadas. Si no tenías dinero, contactos mediáticos ni grandes socios capitalistas, seguías invisible. Tus contenidos podían ser mejores, más ricos, más útiles, pero nadie los veía. La mayor parte del tráfico pasaba por filtros diseñados para maximizar el tiempo de pantalla y los ingresos publicitarios.

Y sí, desde 2023–2024 se habla mucho de inteligencia artificial, omnipresente en los medios y los discursos. Pero seamos claros: hasta ahora la IA no es responsable de la muerte de la web libre. El verdadero culpable es, una vez más, el reinado de los algoritmos de las redes sociales y de los motores de búsqueda. Y no hay duda, porque son ellos los que sofocan cualquier voz disidente bloqueando el acceso al público.

El resultado es que hoy la web libre no es más que un campo de ruinas. Solo quedan supervivientes que luchan en la sombra, como NovaFuture, relegado a la cuneta digital por Google y Bing, que se permiten decidir quién tiene derecho a existir y quién no según criterios absolutamente intolerables.

A pesar de todo, todavía es posible crear un sitio independiente. Pero el camino es más que desalentador, porque avanzas contra un muro invisible mientras la multitud se hacina en las jaulas doradas de las redes sociales. Así que te lo digo con toda amistad: si quieres que esto cambie para bien, ya es hora de que todo el mundo recupere el sentido y volvamos por fin al espíritu original de la web. Para ello nada más simple: únete desde ya al bando de la resistencia contra las GAFAM.

Un ejemplo concreto: el espejismo Dorsey

Para que quede claro, tomemos como ejemplo a un gran impostor como Jack Dorsey. Este tipo lanza en la web una aplicación pésima, presentada vagamente como una «revolución», cuando en realidad recicla ideas inventadas por otros hace veinte años. A pesar de eso, los medios se entusiasman, los inversores riegan millones y los influenciables se lanzan como si fuera genial. La realidad es esta: hoy lo que cuenta ya no es la buena idea ni la calidad de un contenido. Solo importan la agenda de contactos y los miles de millones detrás de un proyecto.

Ahora cambia de escena. Imagina que trabajas duro durante meses para sacar una app realmente sólida y útil, sin publicidad ni estafas. Te dejas la piel para hacerlo perfecto. ¿Y al final? Silencio absoluto. Sin millones y sin altavoces mediáticos, te quedas en el fondo del pozo. Y si, por desgracia, tu proyecto llama demasiado la atención, lo más probable es que un gigante te robe el concepto, lo lance a lo grande y se quede con lo que era tuyo.

El veredicto definitivo es aún más claro: la web actual se ha convertido en un espacio reservado a los multimillonarios, porque son ellos los que deciden qué triunfa y qué desaparece. Para todos los demás solo quedan papeles secundarios. Para salvar las apariencias, los asesinos de la diversidad dejan caer unas migajas, lo justo para dar la ilusión de que aún queda algo del espíritu libertario de los inicios. Es lamentable, pero así es.

El mazazo: la escena alternativa del Internet libre en la boca del lobo

El día en que la escena alternativa abandonó los foros independientes y los blogs libres para lanzarse a la boca del lobo, supe que la lucha sería sangrienta. Gente de la cultura libre, incluso anarquistas, en Facebook, en Twitter, en Reddit. Increíble. Los mismos que decían querer construir un mundo más justo se lanzaron de cabeza a la trampa. Honestamente, ¿qué se puede esperar de una lucha en la que somos prisioneros de nuestros peores enemigos? La pregunta queda planteada. La respuesta te la dejo a ti.

Y lo peor de todo es que ya no tenemos elección. Si queremos llegar a nuestro público, tenemos que meternos en esos vertederos digitales. Incluso NovaFuture tiene que hacerlo. Publicamos en esas plataformas tóxicas porque personas con las que compartimos valores se perdieron en ese agujero negro. Duele decirlo, pero es la realidad.

Para un veterano de la web libre, es una humillación. Durante años creí que Internet sería un gran espacio de libertad y que la gente anarquista nunca caería en la trampa burda tendida por los libertarios. Pero hoy estamos obligados a usar sus tuberías para tener alguna posibilidad de encontrar a nuestro público. Y cada vez dan ganas de abandonar todo.

Y no acaba ahí. Un sitio como NovaFuture es relativamente joven, de acuerdo. Pero quienes desarrollan este proyecto están lejos de ser novatos. Hemos puesto en pie muchos proyectos libres. Y siempre vemos el mismo comportamiento egoísta de parte de quienes supuestamente deberían apoyarnos.

Te lo explico. En lugar de buscar soluciones urgentes para unir fuerzas, muchos actores del mundo libre se comportan como si fuéramos a comer de sus platos. Y como no conocen la vergüenza, cada vez que tienen un problema legal o financiero vienen llorando a pedir ayuda. Pues se acabó. Lo hicimos, pero no lo haremos más. Mientras tanto seguiremos creciendo rápido y arrastrando con nosotros a todos los proyectos con buena actitud. En cuanto a los demás, los pongo al mismo nivel que las GAFAM.

Seamos claros: sabemos que no vamos a hacernos muchos amigos diciendo esto, pero preferimos tener enemigos declarados que falsos amigos que nos frenan. Dicho queda.

Conclusión: cada día continúa la lucha por reconquistar Internet

Lo reconozco: mucho de lo que se dice en este artículo no es precisamente alentador. Pero teníamos que compartir contigo nuestras dificultades cotidianas. Subir al ring cada día para crear contenido de calidad, gestionar el sitio y comunicar en vertederos que se atreven a llamarse redes sociales es agotador. Y cada vez más agotador. Y para ser sinceros, ya hemos pasado por momentos de gran desánimo en los que nos planteamos seriamente dejarlo todo.

Así que sí, también es cierto: ¿por qué no dejamos de una vez por todas las redes podridas para concentrarnos solo en alternativas como el Fediverse? Buena pregunta, gracias por hacerla. Quizá porque desde nuestro punto de vista no sirve de nada predicar a los ya convencidos. Y quizá también porque el formato limitado de las redes sociales, sean libres o no, no nos encaja en absoluto. Si es para copiar Facebook, Twitter o Reddit, mejor ir a tocar al máximo público posible en los originales. No tiene más misterio. Pero esa es solo nuestra visión actual. No somos gente cerrada. Si nos demuestran que estamos equivocados y nos proponen alternativas válidas, no perderemos ni un segundo en cambiar de estrategia.

En cuanto a Google y Bing, que nos entierran, más les vale tener cuidado porque nuestra paciencia tiene límites. No tenemos ningún problema en jugar con reglas, pero no cuando están tan descaradamente trucadas. Espero que alguien allí lea este párrafo. Esos sitios que creen que hacen llover o salir el sol en la web no son más que líneas de código. En otras palabras, aire. Aire que da miles de millones, sí, pero solo aire. Y esos miles de millones pueden desaparecer de un día para otro. Así que más les vale no olvidarse de que podemos poner los relojes en hora a nuestra manera el día que nos cansemos de su comportamiento. La web no es suya, y se lo recordaremos a su debido tiempo.

Mientras tanto, ya es hora de preguntarte qué puedes hacer para cambiar todo esto. Es muy sencillo. Hay que salir inmediatamente de tu dependencia del web tóxico y participar en los sitios del Internet libre. Y si sabes de desarrollo web, hay que implicarse activamente en reconquistar los espacios de libertad perdidos creando nuevos conceptos.

Y más aún: las iniciativas libres tienen que encontrar rápidamente un modo eficaz de federarse en lugar de avanzar de forma completamente dispersa. Necesitamos buscadores realmente libres, buenos directorios, buenos foros y backlinks reales entre nosotros. Porque, al final, denunciar las prácticas odiosas de las GAFAM ya no basta: necesitamos sobre todo una estrategia clara para salir del atolladero en el que estamos atrapados.

Así que hemos llegado al punto en que hay que sacar literalmente a los parásitos libertarios de nuestras pantallas. Pura cuestión de supervivencia. Por nuestra parte estamos 100 % dispuestos a participar en esta respuesta, comunicando eficazmente sobre todas las buenas alternativas e incluso participando económicamente si hace falta. Solo tenemos que volver a hablarnos de otra manera que no sea en esas redes-basura, para avanzar sobre bases sólidas.

Y para terminar, ya conoces el estribillo. Si quieres actuar, o simplemente charlar en buen ambiente, los foros de NovaFuture están a tu disposición. Y si de verdad quieres ayudar a que el sitio crezca, puedes invitarnos a uno o varios cafés en Buy Me a Coffee. Y por supuesto, comparte ampliamente este post en tus redes, porque Google y Bing no van a impulsar una voz disidente. Para ponértelo fácil, encontrarás un poco más abajo botones de compartición rápida.

Y por último, queremos agradecer de corazón a todas las personas que nos siguen desde el inicio de esta aventura, ya sea por RSS u otros medios alternativos. Gracias a vosotros estamos realmente felices de haber recuperado rápidamente nuestro lugar en la web underground. Eso es lo que nos ha permitido mantener la motivación hasta ahora. Así que gracias de nuevo y hasta muy pronto para nuevas aventuras.

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