¿Igualdad ante la ley? No cuando se trata de pagar una multa

Se dice todo el tiempo que la ley es igual para todos. ¡Qué bonita frase! Solo que es un mito. Y la prueba más evidente de las desigualdades ante la ley es, sin duda, el sistema de multas fijas. Simplemente porque los importes son los mismos para todos. Pero, evidentemente, las consecuencias no son en absoluto las mismas si eres rico o pobre. Para muchos ciudadanos, pagar una multa es un gran problema… mientras que para otros el castigo es tan insignificante como dejar una propina. Este curioso concepto plantea entonces una seria pregunta. ¿Es realmente este tipo de absurdo lo que se supone que debemos esperar de la justicia? ¡Lo dudo mucho! Así que vamos a intentar comprender este problema y, de paso, encontrarle soluciones.
La misma infracción, pero dos vidas muy distintas
Para ilustrar mejor mi punto, aquí tienes un ejemplo de una situación por desgracia muy común: imagina una madre soltera con dos empleos. En total gana solo 1000 € al mes. Una tarde llega tarde para recoger a sus hijos de la escuela. Entonces, casi sin pensarlo, supera el límite de velocidad. Y ahí, ¡PUM! Un policía la detiene y le impone una multa de 200 €. Para ella, eso significa dos semanas menos de presupuesto para comida. Resultado: solo le quedan lágrimas.
En contraste, tomemos el caso de un millonario en un coche deportivo. Se siente con alas y pisa el acelerador para darse un pequeño chute de adrenalina. Cabe aclarar que se trata de la misma infracción de exceso de velocidad que en el caso anterior. Así que: mismo motivo, mismo castigo. Un policía lo detiene y también le pone una multa de 200 €. El conductor sonríe, porque en comparación con su fortuna no fue más que un precio irrisorio por un pequeño placer. Su nevera seguirá llena durante todo el mes. Resultado: el incidente se olvida enseguida.
A partir de estos dos ejemplos, no se trata en absoluto de negar que se cometió una infracción. Y tampoco de minimizar el hecho de que un exceso de velocidad es un peligro para todos. Hasta aquí estamos de acuerdo. Pero es evidente que el impacto del castigo no fue en absoluto el mismo para ambos conductores. ¡Y eso representa una injusticia flagrante! Y personalmente, me indigna. ¡Muchísimo!
Cuando las multinacionales se ríen de sus multas
Las grandes empresas dan la impresión de pagar mucho cuando son sancionadas: 20 millones, 200 millones… ¡Sobre el papel parece enorme! Pero para ellas no es más que una gota en un océano de beneficios. Porque cuando reciben una multa, no es un castigo, es simplemente un gasto ya previsto en su presupuesto.
Tomemos al azar a Google o Facebook. Estas dos empresas viven enteramente de la explotación comercial de los datos personales más íntimos. Eso es ilegal en Europa e inmoral en cualquier lugar. Entonces, de vez en cuando, hay un juicio interminable… que termina en una multa. ¿Y después? ¡Nada cambia! Estas empresas siguen con su jugoso negocio como si nada. ¿Por qué? Porque la multa siempre cuesta menos que modificar prácticas muy rentables… sobre todo porque además practican la “optimización fiscal” para no pagar impuestos como todo el mundo. Y por “optimización fiscal” hay que entender “estafa a la administración tributaria”. Así que menos dinero para los servicios públicos.
Y para que quede bien claro, imagina que yo recopilo información privada sobre mis vecinos para revenderla a los comerciantes de mi barrio. Por ejemplo, esta mañana vi a David hablando con su vecina. Entonces saqué discretamente mi micrófono direccional para escuchar su conversación. Así me enteré de que decía que quería comprarse unas zapatillas nuevas. Así que vendí la información a la pequeña zapatería al final de mi calle. Lo que permitió al encargado meter un folleto de zapatillas en promoción en el buzón de David.
Claro, este tipo de espionaje puede durar un tiempo. Pero tarde o temprano me descubrirían y uno de mis vecinos me denunciaría por violación de la privacidad. Una vez que el caso se hace público, los demás habitantes del barrio se suman a la denuncia. Y, fatalmente, tengo que pasar por un juicio. Eso ya me arruina en gastos de abogado. Luego, al final del proceso, el juez me condena a una multa enorme y a una pena de prisión condicional. Resultado: ¡no estoy ni cerca de volver a intentarlo!
¿Ves adónde quiero llegar con mi pequeña historia? La diferencia de trato es gigantesca según seas poderoso o un simple ciudadano. Y no se trata solo de las Big Tech. Las industrias químicas que contaminan un río, los bancos que defraudan, las multinacionales que se creen con derecho a todo… Al final, siempre es el mismo guion. Una multa y el negocio sigue como si nada. Demasiado grandes para caer, dicen.
Y ya que estamos… ¿De quién viene eso de “too big to fail”? Respuesta: de los propios implicados, que nos chantajean. Según ellos, pueden cometer las peores acciones a plena conciencia… pero no hay que sancionarlos, porque si llegaran a desaparecer sería el fin del mundo. ¡Menuda banda de estafadores!
¡Basta de tomarnos por tontos! Todo el mundo sabe que la naturaleza aborrece el vacío. En realidad, una empresa que cae es rápidamente reemplazada por otra. Así que si las sanciones se aplicaran de verdad a todos por igual, no habríamos llegado a esta situación intolerable en la que nos encontramos indefensos frente a empresas que actúan como depredadores despiadados.
El ejemplo de países más justos en materia de multas
Algunos países comprendieron muy pronto que una multa fija es un absurdo porque no afecta a todos de la misma manera. Y en este ámbito, Finlandia fue pionera. Ya en 1921 instauró las “day fines”. Es el nombre de un sistema en el que la sanción es proporcional a los ingresos del infractor.
Así funcionaba: el cálculo de la multa se hacía en dos pasos. Primero, la justicia fijaba el número de días-multa según la gravedad de la infracción. Luego estudiaba el ingreso diario disponible del infractor para establecer el importe final. El cálculo se basaba en los datos fiscales, teniendo en cuenta los gastos y el mínimo vital que no debía verse afectado.
En la práctica, este sistema antiguo funciona perfectamente. Pero hoy, gracias a los avances tecnológicos, todo es más simple y mucho más rápido. Ahora los policías finlandeses tienen acceso directo a las bases de datos fiscales. Lo que significa que en un control pueden introducir la identidad del conductor en su tableta y obtener de inmediato su ingreso neto diario. A partir de este dato, la multa se calcula automáticamente según la escala de días-multa fijada por la ley. ¿Resultado? No hace falta esperar mucho para pasar por un tribunal. La sanción cae en tiempo real, lo que alivia enormemente al sistema judicial.
Y, como era de esperar, ¡no faltan casos espectaculares! En 2002, un directivo de Nokia pagó 116000 € por conducir 25 km/h por encima del límite. En 2009, otro empresario recibió 112 000 € por una infracción comparable. Y en 2023, un conductor adinerado fue condenado a 63680 €, calculados directamente gracias a los datos fiscales consultados en el lugar.
Suiza aplica también una lógica similar y hasta ostenta un récord mundial. En 2010, un automovilista multimillonario tuvo que pagar 290000 € por un exceso de velocidad. Una vez más, la misma lógica: una sanción debe tener un verdadero impacto.
Al final, las encuestas de opinión demuestran que la mayoría de los ciudadanos apoya este modelo porque pone fin a la hipocresía de una igualdad de fachada.
¿Y si saliéramos de la lógica del “siempre pagar”?
¡Pagar, pagar y siempre pagar! ¿Por qué reducir siempre la justicia al dinero cuando existe otro camino? Se trata de las penas de trabajo comunitario. Así funciona: supongamos que conduces demasiado rápido y la policía te detiene. Pero en lugar de una multa, según la gravedad de los hechos, pasas X días ayudando en un centro de rehabilitación para víctimas de accidentes de tráfico. En este caso, la sanción se convierte en plenamente pedagógica, seas millonario o estés sin un euro. Al final, la reincidencia baja enormemente y toda la sociedad sale ganando.
Quizás pienses que es solo un concepto teórico. ¡Pues no! Este principio ya está en vigor en varios países, entre ellos Francia, que aplica el trabajo de interés general (TIG) desde 1983 como pena alternativa a la prisión o a la multa.
Concretamente, el TIG consiste en realizar gratuitamente un trabajo en beneficio de la colectividad. Puede ser para una asociación, un hospital, servicios municipales, la protección del medio ambiente… En fin, toda una gama de posibilidades a elegir por el juez en función de la naturaleza de la infracción. En España el sistema es similar y en Canadá se habla de “community service orders”.
Al final, todos los estudios demuestran claramente que este tipo de castigo genera un doble efecto. Primero, los ciudadanos perciben el trabajo comunitario como más justo que una simple multa. Segundo, reduce enormemente la reincidencia. Porque confrontar directamente al infractor con las consecuencias sociales de sus actos tiene un impacto mucho más fuerte que limitarse a firmar un cheque.
El sistema de multas fijas no es más que un síntoma de una sociedad enferma de injusticias
El problema de las multas fijas está lejos de ser un caso aislado. En realidad, no es más que el reflejo de un mal mucho más profundo: nuestra sociedad está totalmente estructurada en torno a una injusticia permanente entre ricos y pobres. Y esta injusticia va mucho más allá de las infracciones de tráfico. La encontramos también en la sanidad, donde el acceso a una atención de calidad depende todavía demasiado a menudo del bolsillo. La encontramos en la educación, donde los hijos de familias acomodadas tienen todas las posibilidades de acceder a las mejores escuelas mientras que los demás deben conformarse con trayectorias de segunda categoría. La encontramos en la fiscalidad, donde las multinacionales pagan proporcionalmente mucho menos impuestos que un simple trabajador. Y estos son solo algunos ejemplos…
Y lo peor de todo es que todas estas injusticias que literalmente nos amargan la vida cotidiana han terminado siendo aceptadas como una especie de normalidad. Y es precisamente esta falsa impresión de normalidad la que impide cualquier evolución positiva. Entonces, ¿por qué no imaginar otro modelo global? Con las herramientas tecnológicas de las que disponemos hoy, es totalmente posible diseñar una organización en la que la transparencia y la equidad estén garantizadas. Por ejemplo, apoyándose en algoritmos. Pero no es más que un ejemplo entre muchos: pronto propondremos muchas otras alternativas mucho más justas que el sistema actual. Así que mantente al tanto registrándote ahora en el foro de NovaFuture para seguir informado de las novedades. Y, por supuesto, también eres bienvenido si quieres intercambiar ideas en un espacio mucho más agradable que las redes sociales tóxicas.
Conclusión – Sé el cambio que quieres ver en este mundo
La injusticia de las multas fijas y la impunidad de las multinacionales son enormes problemas que ya no debemos aceptar con resignación. Porque estas desigualdades que constatamos todos los días terminan por minar nuestra moral y nuestra capacidad colectiva de hacer emerger una sociedad más justa.
¡Pero no es una fatalidad! Existe una solución muy sencilla que podría resumirse en la locución latina « Vox populi, vox dei! »… que significa: lo que el pueblo quiere, Dios lo quiere. En otras palabras, si somos muchos los que decimos alto y claro que ya estamos hartos de la injusticia, los políticos se verán rápidamente obligados a desactivar la protesta modificando las leyes para hacerlas más justas. La solución no es más complicada que eso.
¿Pero cómo hacerlo? Lo más simple es compartir ampliamente este post en tus redes sociales y hablar mucho de este problema con la gente de tu entorno en la vida real. Y si eres creador de contenido, ¡mucho mejor! Habla de este tema en un pódcast, en un vídeo de YouTube, en tu blog… ¡da igual! Y ni siquiera te pedimos que cites a NovaFuture, porque no somos un sitio comercial que sueña con alcanzar cifras récord. Lo único que realmente importa es que las ideas circulen. Porque eso es lo que mantiene sana a una democracia. Y también porque eso es precisamente lo que permite hacer que nuestros problemas cotidianos sean un poco más llevaderos.
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