¡El wokismo ya es cosa del pasado! ¿Sabes qué significa yukismo?

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Group of men in diverse costumes outside

¿Qué es el yukismo? Una inmersión en el pantano del pensamiento humano

Para entender el yukismo, hay que atreverse a explorar los rincones más oscuros del pensamiento humano. Los yukes no están simplemente mal informados. Están enfadados, amargados… ¡y orgullosos de estarlo! Se alimentan del resentimiento, viven anclados en el pasado y consumen mitos, teorías conspirativas y una nostalgia totalmente inventada. El yukismo es la ideología de quienes no soportan que el mundo avance sin pedirles permiso.

El yuke no siempre se reconoce a simple vista. A veces va de cuero y se cree un rebelde. A veces cita la Biblia entre dos monólogos machistas. Puede gritar en defensa de los “valores occidentales” mientras difunde propaganda rusa. A veces es una trade wife que predica la sumisión en Instagram, un incel frustrado que culpa al feminismo de su soledad, o un motero gritón que piensa que la cancel culture es peor que el colapso climático.

Lo que los une está clarísimo: gritan por la libertad de expresión… pero solo cuando se trata de su propia voz. En cuanto habla una mujer, una persona queer, unx inmigrante o unx científicx, gritan ¡censura! Confunden contradicción con opresión y convierten cada verdad incómoda en un supuesto ataque contra la civilización.

El yuke es ese tío incómodo al que hay que invitar a la cena de Navidad. Ya sabes cuál. Después de tres cervezas, empieza a soltar barbaridades sobre la inmigración, el feminismo y cómo las personas LGBTQI+ “van contra la naturaleza”. Se cree brillante. Cita podcasts que le explican el mundo en cinco minutos, porque leer es cosa de marxistas. Está convencido de que el progreso es una amenaza, que la empatía es debilidad y que los hechos son “opiniones de élites”.

El yukismo no es solo ignorancia. Es ignorancia que quiere gobernar.

El “wokismo”: una palabra vacía inventada para asustar a los imbéciles

Vamos a dejarlo claro: el wokismo no es una ideología. Tampoco es un movimiento, ni un programa, y desde luego no es una amenaza. Es una palabra inventada, lanzada al azar por gente incapaz de definirla aunque les fuera la vida en ello 🙂 Suena seria, casi intelectual… pero no es más que humo. Una etiqueta cutre hecha a medida para provocar indignación y evitar cualquier reflexión.

En origen, la palabra “woke” no viene de la política. Nació en las comunidades afroamericanas. “Stay woke” significaba: mantente alerta, mantén los ojos abiertos frente a la injusticia, el racismo y la violencia sorda incrustada en el sistema. Era simplemente una llamada a la lucidez, no una marca registrada. Pero, como siempre, la derecha se dio prisa en ensuciarla. Tomaron una palabra que hablaba de conciencia y la convirtieron en un insulto. Con la esperanza de que nadie notara lo absurdo de esa ironía.

Y aquí es donde entran los yukes. Los yukes le tienen pánico a los matices. Quieren un mundo binario: los buenos por un lado, los malos por el otro, ganadores y “frágiles”… Así que cuando oyen “woke”, no entienden “consciente”. Lo traducen como “peligro”. En su cabeza, ser woke significa prohibir la Navidad, vetar el jamón y obligar a los niños a leer poesía queer bajo amenaza de fusilamiento.

Evidentemente, nada de eso existe. Pero los yukes y la realidad no se llevan bien. Prefieren los memes a los hechos, las sensaciones a las ideas y el miedo a la comprensión. Han tomado una palabra que servía para despertar conciencias y la han arrastrado por su guerra cultural hasta vaciarla por completo de sentido.

Así que la próxima vez que alguien te hable de “wokismo”, pídele que te lo defina. Observa cómo su cerebro se derrite mientras balbucea algo sobre emociones, pronombres o cafés con leche de soja. Es como pedirle a un terraplanista que te explique la gravedad. Ya sabes cómo termina eso.

Si ser woke significa tener corazón, entonces sí. Me declaro culpable.

Sinceramente, todavía no tengo claro qué se supone que significa la palabra “woke” en boca de un yuke. Cada vez que pido una definición, me cae una ensalada de palabras distinta : un día drag queens, otro día pajitas de papel o la llamada “gran sustitución”… Así que en lugar de intentar adivinar lo que se supone que quiere decir, he preferido fijarme en lo que claramente no es.

Vamos por partes. Si un yuke me llama woke, probablemente sea porque no soy racista. Porque me importa el medio ambiente. Porque pienso que todas las personas deberían tener los mismos derechos, sin importar su género, su origen o a quién amen. Porque estoy en contra de la violencia y no considero que la empatía sea una debilidad. La verdad, temía ser un perfecto imbécil… pero gracias a los yukes, ahora tengo la confirmación de que solo soy un imbécil intermedio. Y oye, eso ya es un alivio 🙂

Así que si no encajo en su definición de yuke, si no soy amargado, ni paranoico, ni alérgico a los hechos o a la amabilidad… ¿qué soy entonces? A lo mejor ser woke no es un insulto. A lo mejor solo significa tener un mínimo de valores morales básicos. Y no suena tan mal, la verdad.

Vamos con la lista : ¿Apoyo el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo? Sí. ¿Creo que las personas LGBTQI+ deberían poder vivir seguras y libres? Por supuesto. ¿Pienso que un crecimiento económico infinito es insostenible en un planeta limitado? Obviamente. ¿Quiero que las nuevas generaciones crezcan en un mundo más justo, más inteligente y más abierto que aquel en el que yo nací? Sin dudarlo.

Y si todo eso me convierte en woke, lo llevo como una medalla de honor. Es más, me tatuaría “woke y orgulloso de serlo” en la frente si sirve para aclarar el asunto 😀

Así que gracias, queridos yukes. Gracias por el cumplido involuntario. Y gracias también a mis padres por enseñarme a respetar a los demás, a escuchar antes de juzgar y a encontrar belleza en culturas que no son la mía. Por enseñarme que la amabilidad no es una debilidad y que la Tierra en la que vivimos no nos pertenece.

Al final, “woke” no es el insulto que ellos creen. Es simplemente lo que parece ser una persona medio evolucionada en el siglo XXI.

Los yukes odian los matices. Quieren enemigos, no respuestas.

Para entender bien el yukismo, hay que empezar por sus pilares. Y el primero es la violencia. A los yukes les encanta. Violencia física, agresiones simbólicas, insultos —cualquier cosa que les haga sentir superiores sin tener que pensar. Ante una opinión contraria, su reflejo no es el diálogo, sino gritar, empujar, humillar o silenciar. Porque, en el fondo, no temen estar equivocados. Temen volverse irrelevantes.

Los yukes evitan el debate como los vampiros la luz del sol. ¿Debatir? Eso es cosa de “élites”. ¿Leer? De comunistas. ¿Pensar en lo que uno cree? Una muestra de debilidad. Prefieren romper una pared antes que cuestionar una idea. No es que no sepan pensar, es que nunca aprendieron a aceptar que el mundo no gira a su alrededor.

Todo en el yukismo grita inseguridad. Su arrogancia, su paranoia, su obsesión con eso de “nos quieren callar” mientras acaparan todos los espacios mediáticos posibles… todo es fachada. Son personas que no saben quiénes son si no están gritándole a alguien. Su identidad es un laberinto de espejos hecho de rabia.

En el fondo, el yuke es un tirano en miniatura. No es un visionario, ni un rebelde, ni un líder. Solo un ego frágil, ruidoso y desesperado por aplastar a alguien. Confunde control con fuerza y crueldad con valentía. Pero si miras de cerca, verás que no es fuerza lo que muestra… es pánico disfrazado.

Y seamos sinceros: ya no se trata solo de egos frágiles. El yukismo empieza a parecer un fallo mental a gran escala. Los yukes ven “wokes” por todas partes —detrás de cada libro infantil, bajo cada bandera arcoíris, dentro de cada coche eléctrico… Es como si tuvieran una radio en la cabeza sintonizada con ruido blanco que no para de gritarles amenazas imaginarias. ¡Pronombres! ¡Pajitas de papel! ¡Molinos de viento!

Hace años que los expertos en salud mental avisan: los trastornos psicológicos podrían ser la verdadera epidemia del siglo XXI. Pues aquí está: el yukismo, en todo su esplendor paranoico. No es una ideología, no es una visión del mundo. Es una espiral de miedo y proyección fabricada por ellos mismos.

Y lo peor de todo: antes de arruinar la vida de los demás, los yukes arruinan la suya. Cambian la alegría básica de convivir por una guerra eterna contra enemigos que solo existen en su cabeza. No quieren formar parte del mundo. Quieren sentirse como los únicos cuerdos que quedan. Y pocas cosas te aíslan —y te amargan— tanto como eso.

Entonces, ¿quiénes son exactamente los Yukes? Respuesta: El peor elenco imaginable.

El yukismo no es un movimiento estructurado. Es un grupo de apoyo para quienes ven la empatía como una amenaza y la decencia como una conspiración marxista. ¿Sus miembros? Una mezcla absurda de estafadores, fanáticos, sociópatas y boomers desorientados con un Wi-Fi que va a pedales.

Ahí tienes al presidente-gurú del flequillo naranja, cuya desconexión con la realidad se ha convertido en un problema de salud pública mundial. Multimillonarios colocados con ketamina en pleno delirio de omnipotencia, que se autoproclaman defensores de la libertad de expresión… mientras bloquean a cualquiera que les diga que están diciendo idioteces. Súmale los fanboys de las criptos que creen que el libertarismo es una teoría económica seria, los terraplanistas que piensan que Greta Thunberg es una reptiliana y los presentadores de televisión reciclados en profetas del apocalipsis para boomers cabreados.

Y por supuesto, no olvidemos a los neonazis y nostálgicos del fascismo, que exigen “orden y libertad” en la misma frase… porque no hay nada más lógico que pedir una dictadura en la que uno sea libre de obedecer 😀

Es como si le hubieran dado un micrófono a todo 4chan y lo llamaran filosofía política.

Y luego están los fundamentalistas religiosos, de todos los credos y todos los libros. Biblia, Corán, Torá… cada uno con su propio opio. Lo que los une no es la fe, sino la exclusión. Los textos que dicen seguir hablan de paz, humildad y compasión. Pero sus sermones no son más que rabia, miedo, castigo y obsesión por la pureza. No usan la religión como un camino, sino como un arma apuntando directo a nuestras intimidades.

En algún momento, habrá que trazar una línea. No necesariamente entre creencias u opiniones. Sino entre la impostura —y las personas que solo quieren vivir en paz sin que les amarguen la existencia.

LAS IDEAS NO TIENEN DERECHOS. SOLO LAS PERSONAS LOS TIENEN.

Eso es todo. Esa es la regla básica de la convivencia. Puedes creer en lo que te dé la gana. Absolutamente en lo que quieras. Pero en el momento en que tu sistema de creencias se convierte en un permiso para excluir, humillar o silenciar a los demás, deja de ser cultura, deja de ser fe, deja de ser política. Al final, no es más que pura mierda concentrada.

Así que no, no le debo nada a tu ideología si pisotea los derechos fundamentales recogidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ni el más mínimo respeto.

Fuera de sus burbujas mediáticas, los yukes ya no engañan a casi nadie. Por mucho que tengan políticos repitiendo sus delirios o religiosos justificando su confusión moral, no se sostiene.

El envoltorio aún puede seducir a unos cuantos crédulos, pero el hedor nauseabundo del producto se vuelve cada vez más difícil de ignorar.

Y tarde o temprano habrá que mirar la verdad a la cara:
El yukismo no es más que una película Z de bajo presupuesto con un reparto de fracasados.

La estrategia política y comercial detrás de la palabra “wokismo”

La palabra “wokismo” puede parecer estúpida, pero no te dejes engañar: es terriblemente eficaz. Rechazo del otro, miedo al cambio, una sensación difusa de pánico cultural… en muchos, eso da justo donde duele. Y genera interacción. Los políticos más cínicos lo han entendido muy bien. No necesitan un discurso coherente. Les basta con provocar una reacción.

Seamos honestos: el yukismo no es solo una herramienta política. Es un modelo económico en toda regla. Alimenta todo un ecosistema de pseudoperiodistas pasados de moda, falsos expertos y autores marginales que no venderían ni un libro sin esta cloaca tóxica de indignación. La receta es simple: infundir miedo, señalar a un enemigo y vender una ilusión. Cuanto más absurda es la amenaza, mejor se vende. ¿Y los yukes? Lo compran todo, mientras venga envuelto en rabia y autojustificación. ¡Algunos incluso donan!

¿Y quién se beneficia de esta estafa?

Lo has adivinado: la clase privilegiada. Los multimillonarios. Musk ya estaba despotricando contra el wokismo entre dos siestas de ketamina. Ahora le toca a Zuckerberg. Y cada semana aparece un nuevo recluta. ¿Sorprendente? Para nada.

Cuando vives en un lujo obsceno, ¿por qué querrías cambiar el sistema? ¿Por qué aceptar que tu riqueza debería compartirse y que debes algo a quienes luchan por sobrevivir en el caos del que tú te beneficias?

Y aquí viene el giro final: el movimiento que decía rechazar el sistema, que afirmaba canalizar la rabia de los olvidados, se ha convertido en su mejor aliado. El yukismo se disfraza de revuelta, pero no es más que capitalismo camuflado. Convierte el miedo en beneficio y el sufrimiento en poder.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Fácil: la gente está enfadada. Tiene miedo. Sus ingresos se reducen, los alquileres se disparan, sus hogares desaparecen. Ya no saben en quién confiar… Y ahí entra en acción la máquina. ¡Boom! Hora de la distracción. Una red satánica de pedofilia en una pizzería. Una élite secreta que bebe sangre de niños. ¿Las amenazas reales? ¡Las turbinas eólicas! ¡Rápido, volvamos al carbón!

Y cada vez, miles de ingenuos caen en la trampa. Una y otra vez. Porque es más fácil creer en un villano de caricatura que enfrentarse a la violencia lenta de la injusticia social.

¿Y quién “salva” a los yukes de todos esos demonios y lagartos? Los mismos multimillonarios que controlan los medios, las redes sociales… en fin, las plataformas donde estas fantasías se te inyectan directamente en el cerebro.

La política siempre ha sido sucia

Pero esto… esto es el fondo de la letrina. Ya no hay debate, ni contenido. Solo queda una parodia grotesca de democracia donde los políticos populistas no necesitan ningún programa. Spoiler: no tienen ninguno. Lo único que necesitan es un objetivo fácil. Alguien a quien golpear en público para parecer duros. Un rumor repugnante que difundir contra quien se atreva a pensar diferente. Luego dejan circular la mierda, para retomarla más tarde fingiendo que “viene del pueblo”.

Debatir con un yuke es como lanzarse de cabeza a un montón de estiércol. Y ahí está la trampa: no se les puede combatir limpiamente. Te arrastran al barro, y luego te acusan de oler mal.

¿Por qué sigue funcionando? Porque nadie les planta cara. Porque intimidan. Porque son impredecibles. Porque se pavonean como mafiosos. Porque nos dicen que hay que tratarlos con respeto.

¿Sabes qué? ¡Se acabó!

Es hora de dejar de ceder terreno. De defender los avances sociales. De desmontar cada noticia falsa, cada campaña de difamación y cada narrativa manipuladora disfrazada de opinión.

Ni una pizca más de cortesía en nombre de la paz con estos terroristas morales convencidos de ser héroes. Ningún compromiso más para proteger su visión del mundo, frágil y repugnante.

Esto es una lucha. Y la única forma de ganarla es desenmascarar el yukismo por lo que realmente es: un arma de distracción masiva, diseñada para impedir que los furiosos, los perdidos y los desesperados dirijan su rabia contra quienes realmente los traicionaron.

Woke y orgulloso de serlo: recuperar la palabra y desenmascarar a los Yukes

Ahora que todo está claro, los Yukes pueden llamarme “woke” tantas veces como quieran. Yo les daré las gracias cada vez. Y a cambio, los llamaré como se merecen: ¡Yukes! Porque, sinceramente, cuando veo su vulgaridad, su desprecio y su pereza intelectual, la primera palabra que me viene a la mente es yuck, que en inglés significa «puaj». Y les queda como anillo al dedo.

Puede parecer un detalle, pero es importante. Por fin tenemos una palabra para contraatacar. Una palabra para desmontar las mentiras, la manipulación y el odio. Y además, hemos devuelto a “woke” su sentido original: lucidez, empatía y voluntad de avanzar.

Y esto es solo el principio. En las próximas semanas, seguiremos desmontando estupideces, una a una. No vamos a parar hasta mostrar el verdadero rostro del yukismo, con hechos, claridad y estilo. Quédate cerca, con los Yukes nunca faltan los chistes malos 😉

Si eres woke, espero que este texto te haya aclarado las ideas (y quizá arrancado una sonrisa). Y si eres un Yuke… bueno, nunca es tarde para madurar. Estamos todos atrapados en el mismo planeta, mientras se acumulan las catástrofes ecológicas y la desigualdad social se dispara. Pegarnos entre nosotros no va a solucionar nada. La derecha y la izquierda son dos caras de la misma moneda sin salida. Lo que importa ahora es avanzar. Juntos. Con el coraje de arreglar lo que está roto.

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